Inventor de distintos formatos televisivos y referencia de la pantalla chica en las décadas del 80 y 90, Portal llevaba varios meses hospitalizado, con un estado de salud que había comenzado su deterioro en 2018 a partir de un accidente cerebrovascular.
El popular periodista y animador Raúl Portal, figura estelar de la radio y la TV, medios en los que desplegó un humor incisivo con tendencia al absurdo, falleció esta tarde a los 81 años tras permanecer varios meses internado a causa de una serie de accidentes cerebrovasculares que se sucedieron desde 2018.
El frágil estado de salud del comunicador quien padecía trastorno cognitivo tipo progresivo, sufrió un nuevo embate este año cuando en junio pasado contrajo neumonía en plena pandemia de coronavirus.
Raúl Alberto Portal había nacido el 23 de septiembre de 1939 y tuvo durante su extensa carrera televisiva -que comenzó a principios de los 80 con «Semanario insólito»– momentos de brillo y otros de opacidad, debido a una personalidad que podía pasar de la ironía a la ternura o a la iracundia, según la ocasión.
«Semanario insólito» se emitía por la estatal Argentina Televisora Color y marcó un antes y un después en la pequeña pantalla porque incluía un desenfado hasta entonces no habitual -entre otros motivos debido al momento histórico que se vivía- que le dio patente de iconoclastas a sus integrantes.
En ese programa, de algún modo revolucionario en la TV argentina, que estuvo a caballo entre los estertores de la dictadura cívico militar y el despertar democrático, compartió las cámaras con Adolfo Castelo, Virginia Hanglin, Raúl Becerra y el emergente Nicolás Repetto y allí había creado un personaje movedizo y ocurrente.
En 1983 la estrella de Portal comenzaba a ascender y fue contratado por Canal 13 para realizar el programa nocturno «Misteriodismo», de donde pasó al 9 al año siguiente para realizar una sección de «Sábados de la bondad» y, más tarde, por el entonces Canal 11, «La hora de los juegos», otra vez con Hanglin, a la que se agregaron Enrique Alejandro Mancini y «el Conde Atilio», un personaje impertérrito al que los televidentes no lograban hacer reír.
En 1988 vivió una etapa verdaderamente estelar al crear «Noti-dormi», por ATC, donde se caracterizó por sus vestimentas extravagantes -trajes confeccionados con cotín de hacer colchones, por ejemplo- y el aporte de neologismos como «caracúlico», «semaforro», «currandero», «parapsicolocólogo», «chotarra», «manochanta», «churculete» y sobre todo «¡hop, hop!», que enardecía a la progresía que venía mirándolo con desconfianza.
Casado con Lucía Labora y padre de un único hijo, Gastón -productor de sus programas y luego de logradas ficciones-, se sabía que entre 1968 y 1978 había pertenecido a la Secretaría de Prensa del Ministerio del Interior y, según un libro de la periodista Susana Carnevale, bajo el gobierno de facto de Juan Carlos Onganía se había encargado de comunicar oficialmente la clausura de la revista Primera Plana y el secuestro de su último número.
Entre otros trabajos cumplidos frente a cámaras y los micrófonos -su recorrido comienza en Radio Mitre en 1970, con pasos por El Mundo y Argentina, hasta sus últimas intervenciones en Concepto AM 730- hubo un programa, «Perdona nuestros pecados», que marcó una época y abrió una tendencia en la TV argentina, la de investigar archivos que pusieran en aprietos a personajes públicos.
El ciclo era producido por su hijo Gastón -coconducía primero Federica Pais y luego Mariana Fabbiani, entonces novia de Gastón-, mantenía las características típicas de su humor e inauguró asimismo la forma de abreviar los títulos: «PNP» se adelantó a «TVR», «AM» y los actuales «PH» y «SDTV», entre similares.
«PNP», emitido entre 1994 y 2002, no solo incluía fragmentos en los que políticos y otras figuras públicas metían la pata o se contradecían, sino también algunas formas de «bloopers» con escenas absurdas o desopilantes acaecidas en el país o el exterior.
Si bien mostraba actitudes políticas pendulares -amaba a Cuba y tenía una perrita nacida en la isla, además de proclamarse amigo personal de Enrique Gorriarán Merlo-, Portal tenía su público adicto, que fue mermando cuando asumió la defensa pública del sacerdote Julio César Grassi, de cuya asociación Felices los Niños se hizo cargo de presidir cuando el cura fue condenado a prisión por abusos a menores.
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